¡Todo el saber hacer de France Tourisme, para redescubrir la magia de París al mejor precio!

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Catedral de Reims vista desde un lado de un viñedo

Descubriendo Reims - La “ciudad de las coronaciones”… y del buen champán, claro

Reims en pocas palabras (aunque resumirlo no es fácil)

Mira, si te soy sincero, yo pensaba que Reims era solo otra ciudad bonita del norte de Francia. Ya sabes, catedral, historia, un par de fotos… y listo. Pero no. Reims tiene algo que no se explica fácil. Es como que caminas por sus calles y de repente sientes el peso de siglos de historia… pero sin que te aplaste. Y claro, con una copa de champán en la mano, todo mejora.

Es elegante, sí, pero sin ser estirada. Con ese aire tranquilo de quien no necesita demostrar nada. Tiene arte, tiene pasado, y tiene burbujas. ¿Qué más se puede pedir?

¿Cómo llegar desde París?

Pues mira, está a una horita y media en coche. Tomas la autopista A4 y listo. No es nada del otro mundo, salvo que te toque tráfico, claro. Pero lo bueno empieza en cuanto sales del caos de París y te adentras en la campiña de Champaña. Esos paisajes... como sacados de una postal. Viñedos, colinas suaves, cielos abiertos.

Yo aparqué cerca del centro, sin problema. Y luego todo a pie, que es como mejor se descubre la ciudad. Sin prisa, con tiempo para mirar escaparates, perderse un poco... y parar a tomar algo, porque uno se lo merece.

Los tesoros de Reims (y no, no todo es champán... aunque casi)

  • La Catedral de Notre-Dame:

    Es imponente. No sé cómo explicarlo sin quedarme corto. Entras y de pronto te sientes pequeñito. La luz, los vitrales, el silencio… Tiene esa energía de los sitios sagrados, sin necesidad de ser creyente. Aquí coronaban a los reyes de Francia, ¿te imaginas? A mí me dio escalofríos, y no era por el frío.

  • El Palacio del Tau:

    Justo al ladito de la catedral. Antes era la casa de los arzobispos, ahora es un museo donde ves de cerca cómo era todo ese rollo de las coronaciones. Hay coronas, trajes, objetos antiguos... Está bien montado. Te hace imaginar la pompa de aquellos días.

  • Las bodegas de champán:

    Aquí viene lo bueno. Taittinger, Veuve Clicquot, Pommery... los nombres ya dan sed. Bajar a las cavas es toda una experiencia: fresquito, huele a humedad y madera, y te cuentan cómo se hace el champán como si fuera magia. Al final, claro, se prueba. Y qué decir... burbujas que suben directo a la cabeza y al corazón.

  • La Basílica de San Remigio:

    Menos turística, pero con un encanto especial. Más sobria, más silenciosa. Aquí bautizaron a Clodoveo. Historia pura. Ideal para hacer una pausa después de tanta burbuja.

  • El parque de la Patte d’Oie:

    Un respiro verde en medio de la ciudad. Yo me compré un croissant, me senté en un banco y vi pasar la vida. Hay momentos que no necesitan más.

  • El Museo de Bellas Artes:

    Entré porque empezó a llover, y salí encantado. Pinturas, esculturas, cosas raras… y nombres conocidos: Monet, Cranach, Corot. Lo bueno es que no está abarrotado, puedes tomarte tu tiempo.

  • El Faro de Verzenay:

    Sí, un faro entre viñedos. Suena raro, pero ahí está, en lo alto de una colina. Subes (prepárate para las escaleras), y desde arriba ves todo Champaña. Hay un museo del champán dentro. Muy original.

  • La Maison Fossier:

    Aquí hacen los famosos bizcochos rosados. Se mojan en champán —sí, has leído bien— y están deliciosos. Compré una cajita… y me duró exactamente media hora.

  • El pueblo de Hautvillers:

    Si tienes coche, no te lo pierdas. Está cerquita de Reims, en lo alto, entre viñas. Allí está la tumba de Dom Pérignon, ese monje al que le debemos tantas alegrías. El pueblo es pequeño, encantador, con esos cartelitos de hierro forjado y un aire... no sé, de otro tiempo.

¿Y por qué elegir France Tourisme?

Pues mira, si no quieres complicarte la vida con horarios, mapas y reservas, ellos te lo ponen fácil. Sales desde París, en autocar cómodo, minivan o incluso coche privado si vas en plan VIP.

Te organizan todo: visitas a dos casas top de champán —Martel o Mumm—, tour por las cavas, explicación (muy bien contada, por cierto) y, por supuesto, cata al final. Con copas de verdad, no esas de plástico.

Además, también te da tiempo de ver lo esencial de Reims: la catedral, las calles del centro, y si te organizas bien, hasta un par de tiendas. Lo mejor es que no tienes que preocuparte por nada, solo por disfrutar.

Así que si buscas una escapada diferente desde París, que mezcle historia, burbujas y ese “je ne sais quoi”… Reims te espera. Y con France Tourisme, vas a lo seguro.